viernes, mayo 3

populismo

El populismo es una amenaza global para las democracias. Se nos presenta con doble filo, uno a la derecha y otro a la izquierda. Ambos filos son afilados y fatales, capaces de destruir valores y hacer sucumbir principios. Encuentran brechas en los escombros de instituciones frágiles y en ruinas. Este es uno de los activos que saben aprovechar cuando se socava la base del estado de derecho en cualquier país del mundo. Ahí es donde van. Utilizan la virtud del sistema democrático para incursionar en los procesos electorales, en los que despliegan un discurso que apunta a las emociones y no a las razones que tienen las personas para creer en determinados supuestos.

Cuando, gracias a sus artimañas e imposturas, ponen sus manos sobre las autoridades públicas, las tuercen, dejándolas vacías de contenido, de vacíos, sin reglas del juego que se supone que existen, como códigos que garantizan el buen funcionamiento de la marco institucional de toda nación con un estado que garantice la sana convivencia en sociedad. Entonces comienza a sentirse el filo que desata sus filos para gravar el derecho a la libertad de expresión, porque en el populismo solo se debe escuchar la voz del falso mesías, que equivale a la voz del pueblo que solo él representa. De estos escondites del populismo emerge la verdadera personalidad del líder que se hace hábil en cantar arengas salutíferas aderezadas con neoeslóganes enarbolados en las banderas del progresismo: la tentación autoritaria. La intención siempre ha sido hacerse con el poder a toda costa y luego entronizarse allí para siempre.

Mientras haya brechas sociales, injusticias y pobreza, los populistas tendrán en este marco de contradicciones, un terreno fértil para especular, confundir, fomentar el odio, el rencor y la lucha de clases. Nunca tendrán planes para reducir el desempleo, pero demostrarán su capacidad para agitar a los trabajadores informales, enfrentándolos a empresarios, autónomos, industriales, comerciantes, agricultores y pastores. La propiedad privada es uno de sus objetivos a demoler. Cuanto más vulnerable sea la economía del país y más pobres sus ciudadanos, más fácil será colocar sus raquíticos clichés revolucionarios en medio de la confusión y la incertidumbre. Y la deuda externa que prometen pagar es bastante gigantesca y el déficit presupuestario que decían había que corregir se vuelve, por el contrario, endémico, y las instituciones bancarias de las naciones se transforman en imprentas para emitir dinero inorgánico y la moneda signos que han jurado fortalecer, pulverizar y diluir.

Los populistas son expertos en hacer de la crisis del servicio público un estandarte para sus aventuras golpistas, eventos insurgentes o como un escenario para pararse en las tribunas para parecerse a académicos moderados, mientras acompañan sus exhibiciones con gráficos de emociones sobre el cambio climático, monopolios tecnológicos, la violencia de género, la igualdad de las personas en todos los sentidos, la escasez de agua, electricidad o los ruinosos servicios sanitarios o educativos de un país. Pero no les pidas que arreglen estas carencias, porque no saben de eficiencia, no saben de buen manejo, lo suyo es agitarse, mientras viven el cambio de pecho desnudo a potentados por el trabajo y la gracia. de la corrupción alimentan una especie de alianza pervertida entre funcionarios y empresarios.

Esta maldición es cobarde y es capaz de saltar los charcos que separan los continentes. Es una amenaza planetaria que solo podemos contener con una mejor educación, la formación de ciudadanos, con lecciones morales y cívicas para que estén vacunados contra esta pandemia populista que ataca sin previo aviso.

@alcaldeledezma

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