jueves, mayo 2

¿Podemos entendernos?

La posibilidad de negociar con el chavo-madurismo las bases mínimas de un acuerdo para superar la terrible tragedia que sufren los venezolanos parte del supuesto de que nos podemos entender y que estamos dispuestos a ello, que usamos palabras con el mismo significado y se refieren a una misma realidad, incluso discrepando sobre cómo abordarla. Pero tal evidencia no se da.

Si algo caracteriza a los regímenes de carácter fascista es su sometimiento a una realidad alternativa, construida a partir de símbolos que sirven para proyectar una visión maniquea y moralizadora de la lucha política, según la cual los gentiles (“nosotros”) se enfrentan los enemigos del pueblo -los que no se doblegan a los designios del país declarados por el gobernante- para asegurar su necesaria derrota. De ahí la preeminencia de la jerga militar, las conspiraciones hostiles y la búsqueda de culpables. En el caso venezolano, Chávez erigió esta falsa realidad invocando la lucha por la independencia, posicionándose como una especie de Bolívar resucitado y descalificando a todos los que se le opusieron como “traidores”. Las campañas de odio han llevado al hostigamiento y discriminación de estos “apátridas” y la suspensión progresiva de sus derechos. No tenía ningún sentido llevarse bien con ellos; tuvieron que ser aplastados.

Pero eso es historia conocida. El abandono del «socialismo del siglo XXI» con el levantamiento de controles, la dolarización de transacciones y ciertas privatizaciones, ¿no indicaría que estamos, hoy, frente a una realidad diferente, lo que sugiere que finalmente, el oficialismo comienza a entender el realidad del pais? Pero ahí está Diosdado Cabello, vicepresidente del PSUV, retomando la costumbre del infame Motta Domínguez, de culpar, no a las iguanas oa un francotirador por el apagón, sino al gobierno de Estados Unidos por la ruptura de un gasoducto. El ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, Remigio Ceballos, se muestra molesto por la denuncia que hizo Valentina (¡valiente!) Quintero sobre el acopio de cascabeles por parte de militares en los retenes, denuncia repetida en innumerables ocasiones por campesinos, pastores y comerciantes del Táchira en general. Dice que es una irresponsabilidad “eclipsar la labor policial y militar enmarcada en la ética profesional de quienes se dedican a la protección, defensa y servicio del pueblo venezolano, dejando de lado su propia seguridad”. ¿En qué país vive este hombre? Con los miserables salarios que reciben y el modelo que exhiben sus superiores, ¿por qué no la extorsión? El saqueo de oro y coltán en Guayana, el comercio de crudo, el contrabando de hierro y cabillas, el narcotráfico y mucho más, dan cuenta de esta llamada “ética profesional”. También gozan de impunidad cómplice al ser promocionados como herederos del Ejército Libertador. Y ellos lo creen.

El problema es que los militares traicioneros que respaldan a Maduro se están comportando, en efecto, como un ejército de ocupación. Sus patrones, sus credenciales y su desprecio por el mundo civil, inculcados por la retórica patriótica de Chávez, reflejan la convicción de ser dueños de la patria, ungidos por la patria. Quedan anclados en esta visión retrógrada y primitiva porque los absuelve de sus ultrajes. También protege sus pretensiones patrimoniales como columna vertebral de un sistema que saquea a la nación. ¿Dónde están las salvaguardas institucionales que limitan los abusos de quienes tienen el poder de las armas? ¿Cómo acabar con sus arbitrariedades en las zonas fronterizas, en Guayana? ¿Y la tortura en la DGCIM y el Sebin? ¿Es esto parte de la “protección, defensa y servicio al pueblo venezolano”?

Pero, algunos parecen no estar anclados en el pasado. El muy protegido por este gorila, Nicolás Maduro, anuncia medidas de apertura para atraer inversiones. Rompió el hechizo que lo ataba al charlatán español Serrano Mancilla -el que lo había convencido de que la financiación monetaria del gasto no era inflacionaria- para suspender, inicialmente, los controles de precios y permitir la libre circulación del cambio. Y, para darles contenido, contrae drásticamente el gasto público, en el más rancio sentido neoliberal, y asfixia el crédito con encajes prohibitivos para contener la hiperinflación. Y combina lo anterior con la quema de monedas raras para estabilizar el precio del dólar.

La economía privada solo pudo responder a este pequeño respiro. Emocionado, Maduro ahora lanza un folleto que anuncia las maravillas que le esperan a cualquiera que invierta en el sector de hidrocarburos. Salvo el mal gusto de nombrar a la Faja Petrolífera del Orinoco en honor a Hugo Chávez Frías, sorprende que proyecta la imagen de una industria integrada: yacimientos, gasoductos, plantas procesadoras de crudo, oleoductos, refinerías y petroquímicas asociadas, operando al unísono , sin problemas. Y con las mayores reservas probadas del mundo. El panfleto culmina con una serie de incentivos dispersos acumulados en diferentes instrumentos legales aprobados por el chavismo, entre ellos una “(in)constitucional ley de inversión extranjera productiva” aprobada en 2017 por la infame Asamblea Constituyente. Termina con alusiones a la ley de zonas económicas especiales y una extraña referencia a la «ley antibloqueo» como «mecanismo de protección de los bienes públicos y de los socios e inversionistas del país» (!). Todo el mundo sabe que esta ley fue aprobada para escapar del control y la responsabilidad privatizando, bajo condiciones discrecionales de confidencialidad.

En definitiva, estamos ante una oligarquía opresiva cuyo componente militar sigue viendo a Venezuela como su coto de caza privado, mientras Maduro intenta cambiar la narrativa para atraer inversiones. ¿Romper con el pasado? El panfleto aludido se traiciona con una foto a toda página, al inicio, de un visionario «comandante eterno» mirando al futuro, culpando a las sanciones estadounidenses del deterioro de PDVSA, y repitiendo frases emblemáticas del chavismo chato («Suprema Felicidad de la gente»). Maduro va a tener que ir más allá si realmente quiere atraer inversiones. ¿O es solo un archivo temporal para resolver problemas de flujo de efectivo? Los hechos hablan más que las palabras. Garantías, acuerdos de inversión bilaterales/multilaterales, financiación, oferta única de ticketing, respuesta rápida de la administración pública y, por supuesto, servicios públicos fiables: agua, electricidad, gas, seguridad, infraestructura vial, puertos y aeropuertos. Incompatible con el sistema de saqueo que hasta ahora ha servido de base para el apoyo brindado por soldados traidores, cobijados en mitos revolucionarios. Se está poniendo a prueba la autenticidad de la «normalización» de la que se jacta Maduro.

Es posible que el impulso que desencadenen estas medidas de liberalización, hasta ahora incompletas e inconexas, se materialicen en aspectos de una institucionalidad favorable a la iniciativa privada y que permita aprovechar el enorme potencial que existe en el país para los venezolanos. conquistar, por sí mismos significa para una vida digna. Pero los intereses arraigados en el sistema de saqueo existente se resistirán a renunciar a sus privilegios. Muchos se refugian en el imaginario construido por Chávez para ignorar cualquier presión de cambio.

Corresponde a las fuerzas democráticas aprovechar la promoción anunciada por el gobierno para recoger las aspiraciones populares de mejora y presionar para la realización de las reformas implícitas en ella. Y ojo, si Maduro es sincero, lo más probable es que quiera avanzar hacia algún tipo de modelo chino, con control centralizado y derechos restringidos. Y lo haría despacio, para no afectar intereses. Nada indica, hasta el momento, que lo anunciado resulte en una ampliación de los derechos civiles y políticos de los venezolanos y el retorno a un eventual estado de derecho.

Nada sustituye a una fuerza democrática mayoritaria, consecuente con una plataforma política unitaria de cambio, para forzar, lo más rápido posible, las condiciones que nos permitan salir de esta tragedia.

humgarl@gmail.com

La entrada ¿Podemos entendernos? se publicó por primera vez en EL NACIONAL.

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