jueves, mayo 2

Cuba se cansa

Eventos de julio de 2021

Desde mayo hasta principios de junio, los cubanos debieron atender 54 emergencias en el suministro de energía eléctrica. Dentro del gobierno, ya se ha convertido en una costumbre avisar a los ciudadanos de los cortes de energía debido a la importancia política, económica y social que tienen las interrupciones. Los cortes ya son diarios y pueden durar varias horas.

El año pasado, la situación de descontento público por la incapacidad del gobierno para administrar la oferta en el sector fue fuente de mucho malestar, y todo apunta a que el malestar que se repite este año estimulará nuevamente las protestas. La del viernes 15 que incendió la localidad de Pinar del Río podría ser parte de una serie imparable de protestas antigubernamentales.

El balance del año 2021 fue de varios centenares de detenidos, además de 400 condenados a prisión. Este año, a este malestar se suma una inflación descontrolada y una crisis económica que cada día afecta a un mayor número de hogares.

A lo largo de los años, las formas de vigilancia ciudadana se han vuelto no solo más sofisticadas, sino también más extremas. El número acumulado de presos y torturados en sus mazmorras, especialmente jóvenes, se cuentan por miles. Las ejecuciones también han aumentado exponencialmente.

La desesperación se apodera de aquellos que ya no tienen nada que perder.

Las terribles condiciones de vida a las que se han enfrentado las familias desde la pandemia —sin medicamentos, sin alimentos, sin electricidad— ya no pueden ser respaldadas por las sanciones de Estados Unidos. La historia ha sido demasiado trillada, pero además, cada población, sin importar la latitud, anhela que sus gobernantes la protejan de las penurias en tiempos difíciles. Es así como el brutal deterioro de la calidad de vida, ya muy precaria desde que Venezuela no pudo soportar el subsidio a la isla por su propia debilidad económica, es imputable sólo a quienes operan desde Palacio de Gobierno.

De esta manera, Díaz-Canel enfrentó el mayor desafío de cuestionamiento del poder en varias décadas. La realidad es que no hacía falta la pandemia para demostrar que el país ya estaba al borde. El mal modelo socialista había conducido no a múltiples crisis cíclicas -el gobierno repitió esto en cada etapa- sino a una gran crisis estructural y sistémica.

Desde 2016 a esta parte, la pobreza persistente y la desigualdad ya no han podido ocultarse. El país había dejado de producir alimentos y medicinas y se dedicaba únicamente a los servicios. La salud había colapsado por completo, incluida la atención obstétrica, y la tasa de mortalidad era proporcionalmente superior a la de los peores años del Período Especial. La mortalidad por cada 1.000 nacidos vivos se ha disparado, en 2021, un 55 % por encima de 2020 y un 92 % por encima de 2019.

En el área de abastecimiento de alimentos, la situación es aún peor. El Plan de Soberanía Alimentaria lanzado en 2020 fue el peor fiasco jamás vendido al público. La ausencia de aranceles y límites a la importación privada de alimentos no ha logrado abordar la escasez ya que el país no tiene divisas para importar y, al mismo tiempo, la inflación global y las dificultades y el aumento de los costos de transporte han hecho que los productos alimenticios sean inexistentes. o inaccesible.

Por otro lado, querer “aumentar la producción local de alimentos fomentando la agricultura familiar, urbana y periurbana” resulta una quimera: no se puede trabajar cuando la gente se mueve por el hambre. Superar las carencias diarias se ha convertido en una tarea agotadora y, por lo general, con escasos resultados. La caída del sector turístico a raíz de la pandemia también ha contribuido a deteriorar la capacidad de generación de divisas del país. Así, poner comida en el plato de las familias se ha convertido en una ardua tarea y el gobierno guarda con celo las cifras que demuestran que la población cubana está hoy más desnutrida que nunca en su historia.

El profesor Mauricio de Miranda explica así el cansancio que se ha hecho flagrante ante las nuevas amenazas de descontento: “Lo que muestra la sociedad cubana hoy, y en particular las capas jóvenes, es la convicción de estar atrapada en una situación que no puede sino empeorar. …se acepta una revolución y los sacrificios que impone para cambiar y mejorar la vida de las personas. Los plazos no pueden ser para siempre. Lo que ha ocurrido es la reacción tardía de un pueblo que ya no aguanta más los rigores de la pobreza y los ajustes de un semineoliberalismo con maquillaje socialista.

No es cierto que se haya calmado el enfrentamiento con el régimen criminal. Se equivocan quienes piensan que los ciudadanos son insensibles o sumisos, o cobardes y pasivos ante los excesos y perjuicios gubernamentales. Lo que no tiene sentido es exponer la disidencia en protestas que todos dudan que sean útiles por sus nefastas consecuencias. Lo que está sucediendo es que se están lanzando subrepticiamente formas nuevas y más enrevesadas de oposición contra el totalitarismo, ya que la sofisticación del régimen para establecer controles policiales ha crecido exponencialmente.

Cuba y su gente están llegando a sus límites…

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