jueves, mayo 2

Biden cambia su política sobre Cuba y Venezuela

Maduro Díaz Canel
Foto: Miguel Gutiérrez / EFE

Es muy extraño lo que está pasando. Hay un gringo que dice que no se cambia de caballo en medio de un río. Según el análisis de Político -un portal mucho más cercano a los demócratas que a los republicanos-, el reciente anuncio de un cambio de estrategia de Joe Biden en su percepción sobre Cuba y Venezuela, significa que renuncia a las próximas elecciones en Florida. Comprometerse con estas dos dictaduras allana el camino a los republicanos, como se quejan el senador federal Bob Menéndez, nada menos que el presidente del comité del Senado que supervisa este tema específico, y la senadora estatal Annette Taddeo, ambos del Partido Demócrata.

Aquí hay un gato encerrado. Los políticos -y Biden es el epítome de «los políticos»-, o el presidente sabe algo que nosotros no tenemos idea, porque Juan S. González, la persona que dirige la política exterior de la Casa Blanca en esta zona del mundo se encuentra con Miguel Díaz Canel y Nicolás Maduro, o transitando una etapa de peligrosa ingenuidad, indigna de un hombre de 79 años que ha visto las entrañas del monstruo autoritario.

Cuba y Venezuela saben que tienen que moverse en la dirección del cambio democrático, pero no hay el menor síntoma en esa dirección. Cuba acaba de aprobar un Código Penal infinitamente más restrictivo que el que existía, multiplicando las «razones» por las que el Estado puede fusilarte, mientras mantiene en prisión a cientos de manifestantes que salieron a manifestarse pacíficamente el 11 de julio, a razón de la canción “Patria y vida”.

España es el modelo, aunque cada uno tiene que hacerlo a su manera. Ni Díaz Canel ni Maduro tienen que pensarlo mucho. Todo comienza con una amnistía general. Hablan discretamente a los partidos de la oposición. Se establece un calendario electoral y se entierra la quimera del socialismo. De verdad, no funciona. Nunca lo ha sido y nunca lo será. Si quieres proteger el cambio radical con un referéndum, es posible lograrlo. La sociedad está loca por deshacerse de estas cadenas.

¿Cuántas personas no quieren el cambio? En España, que era una nación ordenada y próspera, a diferencia de Cuba y Venezuela, calculaban el 15% o el 20%, mientras que en 1975, año de la muerte de Franco, disponían de poco menos del 80% del PIB de las principales naciones del continente europeo. Comunidad Económica. Al final, solo menos del 10% votó o estuvo en contra del cambio. Si se atreven, estas cifras serán confirmadas.

¿Se atreverán? No creo eso. Las condiciones para el cambio están dadas, pero no lo creo. Existe la convicción del fracaso más estrepitoso. Ha habido un relevo generacional, pues los líderes originales ya fallecieron -Raúl Castro y Ramiro Valdés «tienen dos rapados más para colgar las zapatillas»-, y los que siguen son partidarios del cambio. Y si, en algunos casos, no lo son, sus esposas e hijos quieren cambiar el destino del país y no quedar atados al mandato fantasmal de los líderes fallecidos, ni al chantaje emocional “de lo que habría hecho Fidel Castro”. . “Nadie sabe lo que habría hecho y, mejor aún, a casi nadie le importa.

¿Qué significa el apoyo de China o Rusia? Muy poco. El único puñado es el antiyanquismo. Ninguno de ellos es marxista. Ambos sistemas han abandonado el colectivismo y se aferran a la propiedad privada, aunque en China siguen elogiando a Mao, mientras le ofrecen a él ya su partido un verdadero «recuerdo del final de los labios», ocultando todas sus locuras. Por eso Fidel sacó el ejemplo chino, pero, que yo sepa, murió decepcionado tanto de China como de Rusia, y no le perdonó a Vladimir Putin su primer gesto de independencia, cuando empezó a reinar solo, sin la La sombra de Boris Yeltsin cerró la base de Lourdes, sin explicación previa.

¿Por qué Cuba no permite que los autónomos importen directamente del exterior? ¿Por qué no acabar con la monstruosidad del partido único, que sólo sirve para atribuir privilegios? ¿Por qué no hacer reformas verdaderamente democráticas? Realmente, por cobardía, y porque la clase dominante, que tiene a su familia en el extranjero, se siente cómoda con el sistema ideado por el mismo Fidel Castro: ¡el capitalismo militar de Estado, aunque sea una locura, como se ha demostrado desde 1992, hace treinta años!

Es absolutamente cierto que se crearía una sociedad con un alto grado de desigualdad, pero no todos tienen las urgencias psicológicas de los empresarios o comisarios. Deng Xioping dijo que «hacerse rico es hermoso», ¿por qué? Porque los que persiguen su fortuna tiran del carro social. En Estados Unidos hay millones de emprendedores y la buena costumbre de los inversores con capital riesgo. Hay que crear riqueza y luego repartirla a través de impuestos, como los países escandinavos, Estados Unidos, Canadá, Holanda, Estonia y el resto de naciones donde corren (literalmente) inmigrantes. ¿Cuál es el porcentaje “correcto” de la carga tributaria? No se sabe. Depende de muchos factores que van más allá de la urgencia y alcance de esta crónica.

Sospecho que en 18 meses, Joe Biden y Juan S. González se volverán a reunir para revisar los resultados del cambio de estrategia. Será el momento de contar. No habrá pasado nada. Las dos dictaduras seguirán paralizadas. Habrá más penaltis y volveremos al punto de partida. Alguien a quien le gusten las metáforas rústicas recordará «no se cambia de caballo en medio del río». Ha sido así durante bastantes años.

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