sábado, mayo 18

Cuidado, la tiranía puede empezar en casa

Unirse a la conversación. Acrílico de Ezequiel Eduardo Calleja Pérez

Parece ser una tendencia constante y nuestra, culturalmente nuestra, relacionarnos con el otro (ya sea hija, pareja, esposa, jefe, maestra) casi exclusivamente en términos de transmisión, más bien solo en términos de comunicación. Lo mismo hacen los países del -mal llamado- primer mundo con los del -peor llamado- tercer mundo; como hacen algunos líderes con sus seguidores; los medios con sus receptores; Como señala el profesor Mario Kaplún en su libro el comunicador popular. Es decir, en términos verticales, tentadores, intrusivos, a veces incluso desproporcionados. En lugar de buscar una relación con el otro donde se privilegie la horizontalidad, el diálogo, la democracia y hasta la ternura… Es decir, el amor y el respeto por el otro, por el otro. A la hija, al hijo…, digo.

La armonía que reina en el balcón de nuestro apartamento es perturbada únicamente por una pareja de vecinos nacidos por casualidad el día de la amargura. Nunca abuela y madre se sucedieron más directamente. Los fines de semana, por supuesto, se matan ruidosamente mientras caminan por el apartamento, hasta llegar a su balcón, que está justo al lado del nuestro. ¿Y quién está en tu balcón? En el balcón está la hija, es decir, la nieta. Es decir, una criaturita de seis años, que es la recipiente Del juego Es un hecho que aquí es donde la niña hace sus deberes, mientras su madre o abuela camina en círculo a su alrededor, interviniendo de vez en cuando y haciéndonos escuchar escenas como de radionovela.

Es sábado por la mañana y ya las voces estridentes y adultas de abuela y madre, como en un dúo de ópera, han hecho saber que la niña está pintando. Sus voces son dardos que van directamente a la aurícula, al lóbulo de la oreja, a través de esa pequeña cueva oscura en la oreja, y justo al centro de la oreja. La niña apenas escucha su delicada voz. La abuela, dicen, se fue del lugar. La madre se queda en un ostinato, porque ahora la niña casi no dice monosílabos. Hay un silencio largo. De repente, un gallo explota:

«¿¡Pero qué tipo de marrón es ese, niña!?» ¡No es marrón! ¡¡Es una caca!!

“¡Qué aburrimiento, entonces! ¡Ya iniciado! – Dijo, casi para sí misma, la niña de seis años.

-Quién empezó ? ¿Quién es una molestia? ¿YO?

«Sí…» -Apenas escuchamos la voz de la chica-

-¡¿Ah si?! Si te parece aburrido, ¿por qué no te vas a vivir con los lateros para que te críen?

Extremadamente atrevida, pero cuidada en el volumen, la chica responde:

«¿Y por qué no te vas?»

-¡¡Porque yo ya soy una sirvienta, mijitica!! ¡Y tú me cambias este marrón, hija mía, que solo se usa para pintar las puertas y ventanas del borde! ¿Pero no ves?

Y no hay duda de que ella ya ha sido criada. Porque no hay duda de cuál fue esa educación que ahora le está pasando a su hija de seis años.

 

La entrada Atención, la tiranía puede empezar por casa se publicó por primera vez en EL NACIONAL.

Hildelita Carrera Cedillo
Hildelita Carrera Cedillo