¿Venezuela ha solucionado el problema?
Determinar los niveles de recuperación de un país a partir de la cantidad de conciertos que allí dan artistas internacionales o de la cantidad de bodegones o restaurantes de lujo que están en funcionamiento es, por lo menos, un acto de cinismo o el juicio de alguien comprometido con la autocracia.
Hago el comentario porque de pronto nos dimos cuenta de que en las redes sociales se ha empezado a formar una tendencia que se puede resumir en la frase: “Venezuela ya se arregló”, afirmación que no es cierta. Los venezolanos lo saben. Son millones las personas que siguen sufriendo la dureza de la inflación, el terrible dolor de no poder alimentar a un hijo, la humillante circunstancia de no poder seguir estudiando o verse obligados a recurrir a la caridad y la mendicidad.
No es cierto que las cosas les vayan mejor. ¿Crees que esos venezolanos, que no tienen dinero para comer, ahora por arte de magia tienen dinero para comprar una entrada a un concierto? ¿Qué piensan los que dicen que “Venezuela se ha asentado”? ¿Qué opinan quienes se hacen eco de esta insólita idea? ¿No deberíamos preocuparnos de que se hagan afirmaciones tan simplistas y que tengan defensores?
Esta operación tiene un nombre: se llama propaganda, manipulación, y lo más triste es que se difunde con la ayuda de ingenuos que, en su desesperación, quieren ver signos de curación aunque todo sea engaño y mentira. Es la propaganda de un régimen acorralado, que compensa su fracaso con Nutella y salmón noruego. Una autocracia impotente que, incapaz de corregir la devastación que ha causado, opta por esconderla tras bambalinas en conciertos de artistas extranjeros.
El país funcionará solo cuando sus instituciones funcionen, cuando los poderes fácticos puedan actuar de manera independiente y sin la tutela de un déspota bravucón. El país se las arregla cuando el salario de las personas alcanza para vivir dignamente, cuando se les brindan oportunidades para su desarrollo, cuando los servicios públicos funcionan, cuando sus jóvenes van a la universidad y disfrutan de las ciudades sin temor a que los maten, los roben o los secuestren.
Un país se congela cuando las personas dejan de ser habitantes para convertirse en ciudadanos y dejan de mendigar una caja de alimentos para volverse plenamente productivos, dejan de ser humillados por un gobernante para someterse plenamente a sus derechos y deberes políticos. Un país está seguro cuando sus líderes respetan sus leyes, respetan la Constitución y promueven la armonía para que la sociedad pueda concentrarse en crear prosperidad y progreso.
La medida de lo logrado por Venezuela está directamente ligada a la existencia de una democracia real ya la efectividad de las instituciones que trabajan por ella. Esta es la base de todo mi trabajo: la urgencia que debemos darle a la reconstrucción de nuestra democracia, al rescate de nuestras instituciones, y que seamos capaces de reconstruir la confianza en la fuerza transformadora del poder ciudadano.
Je verrai mon pays fixé quand je verrai chaque citoyen vénézuélien utiliser l’immense pouvoir de son vote pour punir les politiciens médiocres et perfides et pour récompenser de leur soutien enthousiaste ce leadership social communautaire qui s’intéresse à représenter et à défendre les véritables intérêts du poblada. . Cuando vean esto, Venezuela se habrá reparado sola. Cuando eso suceda, seremos verdaderamente un país nuevamente en el camino hacia la prosperidad y el éxito. Pero no serán los versos de una canción de moda, ni la crema de avellanas las que medirán nuestro bienestar: esta medida será el despertar de los ciudadanos, la independencia, la libertad y el coraje de los ciudadanos que harán valer los derechos que la Constitución les da con determinación y valentía. Es la verdadera medida de nuestro bienestar, que es el mismo bienestar de nuestra democracia.
Los atractivos de la autocracia simplemente deben ignorarse hasta que sean derrotados. Lo urgente es concentrar todas nuestras fuerzas, toda nuestra atención, en utilizar las capacidades de todos para construir nuestro propio futuro. No podemos delegar eso. Tenemos que hacerlo con nuestras propias manos. Creo y trabajo constantemente en Venezuela y en el exterior, en la esperanza que surge de pueblos capaces de forjar una meta común que los guíe.
Yo creo que la solución está en la comunidad, en las personas que sufren y sufren. Creo que los líderes del cambio deben salir de las calles del país, no de las cómodas oficinas de un partido en la capital. Creo en la fuerza que nos da la Constitución y en el voto como su manifestación más poderosa. Creo en la libertad y la igualdad. En eso creo y para eso trabajo.
2024 se acerca rápidamente. Nos espera uno de los compromisos históricos más grandes que ha atravesado nuestro país. Este desafío no lo puede resolver una dirección que hasta ahora solo nos ha empujado más lejos y, con su incompetencia, solo ha reforzado el caciquismo que se ha apoderado de Venezuela. Aquel que pisoteó nuestras esperanzas tampoco podrá hacer frente a este trascendental desafío. Sólo nosotros, los ciudadanos, podemos resolver esta emergencia, y lo podremos hacer porque es entonces cuando las fuerzas del pueblo se multiplican y fortalecen su vitalidad.
He luchado por la democracia y por la restauración del orden constitucional perdido, y no descansaré hasta lograrlo. Lo haré construyendo poder ciudadano, haciendo del voto el medio para lograr nuestros fines y confiando ciegamente en el poder social de los venezolanos que han recibido el castigo inmerecido de vivir la tragedia que hoy nos atormenta.
Cuando este pueblo, cuando estos ciudadanos hayan expulsado del poder a la tiranía, entonces podremos decir con certeza: “Venezuela ha entendido”.
Entrada ¿Venezuela está arreglada? se publicó por primera vez en EL NACIONAL.