martes, abril 23

Un sistema educativo para hacer frente a la pobreza

Juegan con los 8 millones de escolares y sus familias. Ellos mienten. Hacen una reclamación y a los pocos días la niegan. En agosto, la ministra de Educación, Yelitza Santaella, dijo que las clases comenzarían a mediados de septiembre. Unos días después, Nicolás Maduro dijo que no, que sería entre el 5 y el 12 de octubre. Es decir más o menos aproximadamente, ya veremos. Luego de que se sintieran protestas de padres de familia en las escuelas, aclararon: será el lunes 3 de octubre.

Algo similar sucedió en 2021: luego de varios anuncios fallidos, las clases (¿clases?) finalmente comenzaron el 25 de octubre. En todo caso, la realidad es que el régimen lleva a cabo una flagrante violación de la ley de educación, que establece que el año escolar debe durar por lo menos 180 días. En 2021, se perdió casi un mes de clases. Este año 2022 comienza con dos semanas de retraso.

El poder miente a estudiantes, padres y representantes, la ministra Santaella miente descaradamente. Y así es, no solo en Venezuela, sino también en el panorama internacional. La señora asiste a la Cumbre de las Naciones Unidas para la Transformación de la Educación (se llevó a cabo en Nueva York los días 16, 17 y 19 de septiembre) y dice que el régimen se preocupa por los docentes, que los protege con un sistema de salud con servicios brindados en 68 centros; que el esquema mejoró los salarios de los maestros; que el plan discuta con los sindicatos el contenido del nuevo convenio colectivo.

Punto por punto, estas aseveraciones y otras sobre el carácter del Ministro han sido desmentidas por los sindicatos: de los 68 centros de salud del Instituto de Bienestar y Asistencia Social del Ministerio de Educación -Ipasme-, sólo 12 están operativos; Los mínimos avances que se han producido en la discusión de la convención colectiva no tienen consecuencias económicas, sino que se refieren a aspectos de forma y no de fondo. La realidad es dolorosamente diferente: los docentes del sector público están sometidos a un programa de empobrecimiento sin precedentes en Venezuela ni en el resto del continente, con excepción de Haití.

Este empobrecimiento del maestro no estuvo exento de consecuencias. Decenas de miles han cambiado de trabajo o migrado. Quienes permanecen en Venezuela trabajan en edificios en mal estado (95%), muchos de los cuales carecen de servicios públicos básicos como agua, electricidad o acceso a internet. El asedio de la delincuencia es implacable: más del 90% de las escuelas han sido asaltadas y destrozadas. Los que, por el milagro de ciertos dones, poseían ordenadores, son los que han conocido los mayores peligros.

Pero lo que se ha destacado hasta ahora es solo una parte de la campaña para destruir el sistema de educación pública en Venezuela. Hay temas más profundos y, lo que es más grave, de mayor proyección en el tiempo. Los mencionaré a continuación. Lo más alarmante es la realidad de la cobertura que ofrece. La cifra repetida por el régimen en los últimos meses, que habla de una cobertura del 91%, es falsa. Diversos estudios y análisis concluyen que alrededor del 30% del alumnado en edad escolar se encuentra fuera del sistema educativo. Esa es una cifra tres veces superior a la reconocida por la fábrica de mentiras del régimen.

Otro dato revelador del desastre, el del retraso educativo (o «retraso escolar», como también se le llama), que afecta entre el 30% y el 40% de la población total, según el nivel educativo: en la franja de edad entre las edades de 12 y 17 años, el panorama es peor que en el grupo de edad de 7 a 11 años. A todo esto hay que sumar lo mencionado anteriormente: la escasez de docentes, que sigue agravándose; el estado ruinoso o manifiestamente deteriorado de las escuelas; la mugre, las aguas residuales, el óxido arrastrándose por todos los rincones, las goteras, la humedad, los pisos rotos, los marcos sin puertas, los cables colgando de los techos.

¿Pueden las cosas ser peores? Sí, son muchas las historias, conocidas porque han sido filtradas por los medios, de docentes que, a costa de sacrificio y esfuerzo personal, han logrado a lo largo de los años escapar de las distorsiones curriculares ordenadas por los comisionados a la educación del régimen. , permanecieron en el cargo, organizaron a los padres y representantes para que no retiraran a sus hijos de las escuelas y lograron, en medio de una gran escasez de recursos, conducir a sus alumnos a través de rutinas de enseñanza y aprendizaje.

Sin embargo, estos estudiantes son una minoría, en cierto modo, de los privilegiados, porque la mayoría, y esto será más evidente en una década, la mayoría, repito, tienen altos porcentajes de ausentismo, no tienen bibliotecas ni libros ni cualquier otra fuente de consulta, están desnutridos, van a la escuela a pasar el tiempo, muchas veces en aulas regentadas por profesores sin diploma, con quienes, como podrá imaginar el lector, los conocimientos que reciben están marcados por la carencia, la precariedad, la improvisación y la índices de cumplimiento muy bajos. El resultado son alumnos que leen con dificultad, que carecen de herramientas para comprender lo que estudian, que son incapaces de resolver ejercicios matemáticos sencillos, que tienen grandes dificultades para plasmar ideas, comprenderlas o comunicarlas. .

En definitiva: el sistema educativo que ha construido el régimen -y cuyo deterioro no cesa- tiene una clara intención de mantener el círculo de la pobreza, el círculo de la dependencia, el círculo de la dominación política, el círculo que impide la autonomía y el progreso individual y familiar. .

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Hildelita Carrera Cedillo
Hildelita Carrera Cedillo