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Aylwin, consenso y primarias

Patricio Aylwin con el General Augusto Pinochet en 1993 | Foto AFP – IMÁGENES GETTY

El nombre de Patricio Aylwin ha sido mencionado en la política nacional, como ejemplo de la oportunidad de promover una candidatura consensuada para las elecciones presidenciales previstas para 2024. Se recuerda que la candidatura de Aylwin en 1990 en Chile, que tuvo un gran éxito tras el plebiscito que abrió las puertas a la transición democrática en dicho país, constituye un precedente interesante para aplicar al caso venezolano, con el objetivo de lograr una candidatura presidencial aceptada por las fuerzas políticas y sociales, que pueda enfrentar intentos exitosos de perpetuar el régimen presidido por Nicolás Maduro en el poder. En mi opinión, esta es una mala posición por las razones que explico a continuación.

No niego que algunas personas pueden jugar (como fue el caso de Aylwin) un papel relevante, incluso decisivo, en los procesos de transición política de la dictadura a la democracia en los países latinoamericanos. Tales fueron los casos de Alfonsín en Argentina, Tancredo Neves en Brasil, Sanguinetti en Uruguay y Paniagua en Perú, por mencionar algunos. Cada circunstancia fue única y particular, sus desafíos fueron diferentes, la dictadura a abandonar también fue diferente en cada caso, y el proceso de negociación emprendido tuvo sus propias características específicas. En el caso de Aylwin, que es el que tanto se cita por algunos en la Venezuela de hoy, cabe mencionar sus características más destacadas: en primer lugar, citaría el papel del partido de Aylwin, la Democracia Cristiana, en el golpe militar de 1973. que derrocó al presidente constitucional Salvador Allende. La dirección nacional de la DC (con algunas excepciones relevantes de líderes que se encontraban en su mayoría en el exilio) apoyó el golpe bajo el argumento central de que una dictadura militar era preferible a una dictadura marxista, y que esta dictadura debería liderar el camino, más pronto que antes. más tarde, a la restauración del gobierno democrático. No fue así; se institucionalizó la dictadura, se aprobó una constitución fuertemente autoritaria y, lo que fue más grave, se desarrolló una persecución sistemática y sangrienta de los opositores políticos, donde se violaron y menoscabaron gravemente los más elementales derechos humanos. La DC pasó paulatinamente a representar el único bastión de la oposición política, pues en todo era moderadamente tolerada por la dictadura, además de que dicho partido acompañaba inteligentemente a la sociedad civil y sus organizaciones, en la defensa de los legítimos intereses sociales. reprimida por la , y que sólo ella, la DC, pasó a representar.

Patricio Aylwin, fundador del partido junto a Eduardo Frei Montalva y otros, de indiscutible conducta ética como figura pública, de carácter conciliador y abierto al diálogo, además de ser un constante opositor que rápidamente se ganó el respeto y el aprecio de los dos. tanto de la sociedad civil como del mundo político, se ha convertido en el referente por excelencia de la oposición, y sobre todo de la izquierda democrática, representada por Ricardo Lagos y el partido socialista, ahora unidos en la «Conciliación Política por la democracia». , un acuerdo de centro e izquierda, que terminó reagrupándose, por así decirlo, naturalmente, en torno al liderazgo de Aylwin.

En la Venezuela de hoy, lo digo con pesar y crudeza, no tenemos, ni mucho menos, un hombre o una mujer que se acerque al papel que jugó en la transición chilena Patricio Aylwin; Primero, no tenemos un partido con la fuerza y ​​organización de DC en ese momento. Nuestros partidos actuales son muy débiles, y los partidos tradicionales, AD y Copei, están pasando por un declive que no nos atrevemos a decir que van a poder superar; en segundo lugar, no existe, o en todo caso es muy precaria, la relación entre el mundo político y la sociedad venezolana en general. Hay desconfianza, pesimismo, falta de armonía entre los líderes políticos y la sociedad civil, en gran parte por los errores cometidos. Restaurar y hacer fructificar nuevamente esta relación sigue siendo una tarea pendiente; tercero, la dictadura chilena se diferencia de la dictadura venezolana, porque entendió, con todas las dificultades y en un arduo proceso de negociación, que su tiempo había terminado y que había que abrir la puerta a una reconciliación de los chilenos en torno a los ideales democráticos ; y finalmente, y no me culpen por mi intemperancia, hoy no tenemos al estadista que terminó siendo Patricio Aylwin, como lo demostró sobradamente en su coronado gobierno de éxito.

El venezolano Aylwin no existe, y nada parecido tampoco. Aceptémoslo con humildad y fortalezcamos las primarias, y así darle al pueblo la posibilidad (la democracia, al fin y al cabo, es el gobierno del pueblo) de decidir sobre su candidato. No es una tarea fácil. Pero por el momento, no veo otra alternativa.

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Hildelita Carrera Cedillo

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